04 - Adán
Tus ojos me invocan a la memoria.
El cómo los clavas tan gentilmente pudiera llamársele una caricia por si sola,
Sosténme como a un ave.
Tu mano en el desliz de mis rizos.
Y me pregunto si preguntas si mi expresión ha cambiado,
Si de pronto el naranja de mi iris se ve colapsado por el vacío oscuro que dejas en tu proximidad
Si el marrón de mi mejilla izquierda se enciende en un rojo imposible.
El deseo tiene pies y corren rápido, pero para ti y para mi, amado, a distintas marchas, con distinto calzado.
El tuyo trota y clava el tacón en la tierra, quebrando las plantas, tan irascible y animal, con mirada sola para quien da azares en violencia: La tormenta.
El mío va a cuclillas, en silencio y en secreto de alcanzarte.
Mi mano estremece, cada segundo que tardas en soltarla me hace dudar de la irrealidad de mi imaginación precaria. Me haz hecho alucinar con el que no desees soltarme tan presto como a un demás y la imagen me es peligrosa, el vidrio se fragmenta y me apuñala el alma por repaso.
Y mi voz se endulza al saber que me escuchas pese a no haber dicho palabra, como si cada pisar que diese por tu mente fuera un vals en día; donde la curiosidad de tu sonrisa me hubiese sustentado para vivir en un rincón de tus quereres.
Me hago chico, diminuto en esta cámara de mil espejos, donde mi movimiento es evidenciador del secreto sentir que resguardo, pues siento contar las ocasiones donde mi canino derrocado se abre paso y se deja ver con su horrible luz color mostaza. Me siento un monstruo, alejado de lo exacto y de lo cierto, de los hechos; pues aún viendote entregarte yo albergo los instantes donde mi entereza parecía tuya, sin saber siquiera si tú me has obsequiado alguna pizca de tu nombre.
Pese a las palabras y los aires que llenan mi pecho de tu retrato e imágen me es imposible hablar algo que te pertenezca, matándome en etapas aquel silencio.
Tu gentileza me derroca vez tras vez en un juego que no es mío,
Donde el precio, las jugadas, son meros incidentes.
Muevo las piezas ante una mesa vacía en el otro extremo.
Creo amarte y temo a ello.
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