02 - La camisa roja
Mis dedos color carne a la mordida tornan rojos. Son el vino, son el pan de mis angustias, sacrificio de lo largo, de lo deseado para tocar.
Carecemos de forma así como los dobleces de la cama donde en tiempos frescos se acomoda al autoerotismo. En tiempos áridos se espera a la muerte y a los bichos que reaparecen a las diez cincuenta.
Paliacas de ornamento recortado, el ojo humano fue hecho a su medida, a su luz y a sus carmines. Es una teoría de los estantes vacantes, sin sombreros y sin guante.
Las palabras no la dejan estirar bajo la toalla: Camisa roja, nuevecilla a estrenar. Sus precintos pican como el reverso de la oreja sanante, el sonido le duele como al perro vecino.
Tuve hace unos días el polvo de unos meses, el paño intocable pero ya añoso. Usamos las cosas que amamos, no las que se deben; comemos con lo que se escribe y la barriga ruge de hambre; los ojos nunca cierran pese a las clamas de la noche.
Soy nocturno, soy temeroso, soy ocupado. El rojo de mis cuencas se traduce a mi narina derecha, aún costrosa y de secado temporal.
Camisa roja, sobre el blanco y negro espera hasta la tarde; el día, mañana.
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